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Mostrando las entradas de 2010

RETRATOS Y EVOCACIONES DE UNA BOGOTÁ (1)

Yo recuerdo la Bogotá de los troles que pasaban por la carrera 17, avenida del Uruguay, me acuerdo bien de las peripecias de los conductores cuando las tirantas de estos buses eléctricos se salían de sus ejes. Los troles en un principio fueron rusos y rojos, después aparecieron los rumanos amarillos; mi papá me decía que Colombia los cambiaba por café. Hoy esos buses lloran abandonados y arrumados en una estación de la carrera 24 con calle 72. No olvido en los años 70s la heladería “Robin Hood” que quedaba sobre la carrera 13 con 64 costado sur, pleno corazón de Chapinero. Mi papá nos llevaba a mi hermana Claudia y a mí los domingos a comer cono. Los helados tenían en la punta del cono una bolita de chicle y uno se los comía rápido para llegar al deseado final. A la vuelta, nos íbamos de regreso para la casa y yo iba cortando flores en los jardines para llevárselas a mi mamá. Me acuerdo bien del Gimnasio Infantil Santa María, mi primer colegio que de niño odié a muerte pues fue

SIN TETAS Y SIN CINE

“Ese es mi hombre, yo quiero que me toque, estoy hecha de oro” (Coro del tema principal de la banda sonora de la película “Sin tetas no hay paraíso”) Estando en Bogotá fui a ver la película colombiana de moda: “Sin tetas no hay paraíso” de Gustavo Bolívar. En otras palabras, la versión varias veces repetida de una telenovela colombiana de mucho éxito, esta vez adaptada al cine (hay que sacarle los últimos centavos a la gallinita de los huevos de oro). Lo primero que me llamó la atención fue observar en el teatro algunas madres acompañadas de sus hijos e hijas adolescentes. Presumí entonces que la película dejaría alguna enseñanza, tal vez aportaría algo, quizá una saludable reflexión. Estas madres deben pensar que llevar a sus hijos a ver buen cine es una sana costumbre, me encanta la perspectiva pedagógica y didáctica de ellas, además valoro su ingenuidad en estos casos. La segunda sorpresa fue confirmar que en Colombia estos dramas pegan y hacen que la gente acuda a las

¿EXISTE EL BALONCESTO EN COLOMBIA?

Entre el 25 de julio y el 31 del mismo mes se efectuó en Neiva, Colombia, el XLIV Sudamericano de baloncesto masculino, categoría mayores. Participaron, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador Paraguay, Venezuela y Uruguay. Históricamente Colombia en este certamen ha arañado el quinto puesto como máximo logro después de Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela. En este evento los que ocuparan las 4 primeras posiciones estarían clasificando al Campeonato FIBA de la Américas que a su vez, dará cupos para los Juegos Olímpicos. Siendo locales, desde luego uno esperaba que la Selección Colombia se metiera entre los 4 primeros puestos pero no, terminó sexta entre ocho (sí, sexta entre ocho y eso que éramos locales) una posición que expresa más vergüenza que otro sentimiento. Hay datos curiosos, por llamarlos así, que a uno como colombiano lo dejan perplejo. Por ejemplo, Brasil y Argentina enviaron equipos satélites pues sus equipos A estaban preparándose para el Mundial de Turquía, en d

¿PREGUNTAS SIN RESPUESTAS?

Después de casi dos meses en Bogotá me hago estas preguntas: 1. ¿Por qué en los bancos siempre hay filas larguísimas? 2. ¿Por qué las líneas cebras nadie las respeta? 3. ¿Por qué en las estaciones de TransMilenio algunos pasajeros se saltan las rejas o abren las puertas automáticas para cruzar las calles por donde no deben? 4. ¿Por qué en el prado que queda al frente de mi edificio aparece sagradamente basura después de los fines de semana? 5. ¿Por qué un tipo que le dicen “Dios” Antonio Vélez, sale en televisión, pontificando y sin ponerse rojo afirma que las mujeres más lindas que ha visto en todos los Mundiales de fútbol a los que él ha asistido son las alemanas porque no se han mezclado y se mantienen “puras”? 6. ¿Por qué ninguna buseta o colectivo en Bogotá respeta los paraderos? 7. ¿Por qué la agresividad tan impensable de los conductores? 8. ¿Por qué hay tantos perros abandonados en las calles? 9. ¿Por qué muchos taxistas (no todos) quieren “tumbarlo” a uno? 10. ¿Por qué en un

SALAS DE CINE DESAPARECIDAS O REFORMADAS DE BOGOTÁ

Alguna vez escribí una entrada acerca de los desaparecidos pero inmortales teatros de cine de Chapinero y cómo las nuevas generaciones desconocían su existencia. Esta semana encontré un ejemplar del periódico El Tiempo de abril de 1985 y leyendo la sección de cines y de cartelera, encontré muchas salas hoy tristemente borradas del mapa urbano. Quizá la zona más afectada es precisamente la de Chapinero, barrio bogotano que contaba con diversas salas de cine que estaban regadas, en ese entonces, sobre toda la carrera 13 en pleno corazón comercial. Mi intención es que quede registro y memoria de la ciudad a través de esta lista. De esta manera recordando y conociendo el pasado podemos entender mejor nuestro presente y ojalá pensar en un mejor futuro. Desde luego la lista es incompleta, aquí empieza: Zona centro: Azteca: Calle 22 No 5-91 Bacatá: Carrera 9A No 23-25 Bogotá: Calle 22 No 5-62 Cinema 1, 2 , 3, 4 y 7: Calle 24 No 7-23 Coliseo: Carrera 7a calle 27 El Cid: Calle 24 ca

LOS HINCHAS BOGOTANOS QUE SE REFUNDIERON

Durante la época de los 80 todos mis compañeros de colegio eran hinchas de los equipos de la ciudad que habitábamos: Bogotá. Ligeramente la balanza se inclinó hacia el lado azul a finales de esa década con los campeonatos ganados por Millonarios en el 87 y 88. Pero en general recuerdo que las charlas, discusiones y hasta peleas comprometían la rivalidad entre Santa Fe y Millonarios. Para los siguientes años todo cambió radicalmente y empecé a notarlo en los tiempos de universidad en donde ya surgía el “boom” de hinchas bogotanos del América de Cali y del Atlético Nacional de Medellín. El decenio de los 90 se convirtió en la década fantasma de las hinchadas de los equipos bogotanos. Gracias a las ausencias de triunfos locales, comenzaron a multiplicarse los bogotanos que resultaban siendo hinchas de otros equipos. Aunque aclaro que cada uno es libre de ser hincha del equipo que le plazca lo que sí entronizo es aquel tipo de relación del hincha con su equipo como un vínculo ligado a su

COLOMBIA ESTÁ MÁS SEGURA Y…

A veces es complicado entender algunos hechos que suceden en el país y que uno a pesar de estar lejos de él encuentra reiterativamente cuando viaja y dialoga con la gente. Aquí uno de ellos que me resulta todo un rompecabezas: ¿cómo se entiende o explica que muchas personas pertenecientes a una clase media deteriorada o a las capas más marginadas de la sociedad defiendan un sistema representado por el actual presidente que no ofrece ninguna garantía de vida digna? Difícil entenderlo, pero la gente me habla únicamente de la “seguridad democrática” y de sus supuestas bondades, y todos los fervientes defensores repiten que el país está más seguro que antes. Nadie reflexiona acerca del estado de la educación, la salud, y en general de la inversión social que debería ser bandera de cualquier gobierno. Y me pregunto, ¿qué tan seguros estarán los sindicalistas, los ciudadanos de a pie, los campesinos, los estudiantes, los obreros, los indígenas, las comunidades afrodescendientes, los opositor

NUESTRO CANAL

Hay un canal que pregona algo como “Colombia en el mundo”, llega a muchos rincones del planeta y lo ven, lo vemos, muchos colombianos casi que por esa enigmática y nostálgica relación que mantiene el inmigrante con su tierra. Pero la verdad, se ve, lo vemos, porque no hay muchas opciones de información televisiva desde Colombia. En este patriótico canal en la mañanas pasan un maratónico magazín con un tal Jota Mario (ícono de la televisión colombiana), un tipo insufrible, que pretende ser chistoso y que se acompaña de dos lindas presentadoras que están en la triple frontera de la tontería, la ignorancia y la decoración. El programa es largo, aburridor y totalmente superficial, hay chistes malos, entrevistas, consejos variados de: sacerdotes, tarotistas, psicólogos, abogados etc. Uno alcanza a ver el reloj cerca de 12 veces durante la emisión de este telecirco. Nuestro canal cuenta con un programita de lunes a viernes de un cura que da consejos y que copia el estilo de un pastorcito de

VAYAMOS POR PARTES IGUALES

Nadar en las gélidas aguas del mar de las editoriales académicas colombianas puede llegar a ser traumático como sucede en tantos y variados campos de la “colombianidad”. Desconozco si esto también sucede en otros países, quizá será parecido, pero estoy seguro que en muchas latitudes habrá una mentalidad más abierta, más universal, menos parroquial y mercantilista. En otros lugares no se pensara tanto en el negocio y lo más importante: habrá políticas más participativas y democráticas, palabras que se usan constantemente y que en la realidad se maquillan bien en nuestro medio (ahora me acuerdo de la famosa “seguridad democrática”, tan de moda en los últimos ocho años). Supongo que en Colombia se ha avanzado en número de editoriales académicas pues ya no serán las 5 de siempre. La mayoría de universidades en Colombia cuentan con sus propias editoriales aunque en varios casos éstas sean solo fachadas. Desde luego que en tales editoriales existirán posibilidades de publicar textos basados

AL NORTE Y SIN NOMBRE

Sin Nombre (2009) dirigida por Cary Fukunaga. Una familia huyendo de Honduras camino a Guatemala, sobreviviendo en México para llegar a los Estados Unidos. Un contexto de total desesperanza, un tren siniestro que transporta mercancías y productos y que a la vez es el único medio para llegar al país del norte, tierra prometida y única ilusión de cambio de vida. El contexto, Tapachula, ciudad fronteriza sitiada, ciudad convertida en hotel de paso, allí se aborda el tren y confluyen escenas de inmensa pobreza que igual se pueden observar en cualquier barrio marginal de un país X de América Latina. A la vez, la historia proyecta la juventud desolada y sin futuro representada en la problemática de la Mara Salvatrucha, imagen y delirio que nos transporta inmediatamente a la tragedia de las comunas de Medellín, a la vida de las villas de emergencia en Buenos Aires, a la violencia urbana en las favelas de Río, o al drama de los pueblos – barrios - jóvenes de Lima. Al final, algunos de los des

NO HAY

La escena es sencilla. Una señora atractiva, emperifollada, de bello rostro y finos modales sentada cruzando las piernas en frente de un escritor famoso y de inmenso prestigio. La señora es la encargada de realizar la sección cultural de un noticiero nacional y es a la vez la directora del mismo. Ella muy coqueta le hace preguntas predecibles al escritor y ambos hacen cara de reflexión. El escritor a su vez asume una pose de iluminado y brinda sentencias. El contexto es una ciudad colonial caribeña que siempre ha servido de carpa y escenario para todos los circos que se suelen montar dentro de nuestra cultura colombiana y que sirven para ocultar realidades, llámense reinados de belleza, festivales, conciertos y este último muy “fashion” e “in” para los “círculos intelectuales” del país: el Hay Festival. Al final de la entrevista, el escritor habla bien del país, alaba al gobierno, sugiere con autoridad la lectura de otros escritores (o tal vez de amigos suyos), critica al gobierno ve

AQUEL LIBRO GORDO

La época era a finales de los 70, días algo borrosos desde mi perspectiva de niño. Troles que pasaban por la carrera 17 y que bajaban y subían por la calle 72 cruzando la 24. Días de mañana en un jardín infantil en la calle 64, pleno corazón de Chapinero, aquel: “Jardín Infantil Santa Maria”, hoy una zona transformada y “residencial”, entendiéndose el término “residencial” como se interpreta procazmente en Bogotá… años de los primeros partiditos de fútbol, lecturas de Kalimán y de fascículos de este libro que terminaron perdiéndose entre trasteos, desorden y demás. Tuvieron que pasar muchos años después hasta que llegara esa noche en la que me encontraba rebuscando títulos en una librería del centro de Buenos Aires. Cuando menos lo esperaba lo vi nuevamente, estaba reeditado y mantenía la misma sutileza y carisma de aquella década. Hay momentos en que el tiempo regresa y se detiene, hace reversa y retorna a una estación perdida en el pasado, eso fue lo que sentí cuando lo vi, lo pagué