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Mostrando las entradas de febrero, 2012

EL FESTÍN (II)

Fue al día siguiente cuando llegaron los policías de refuerzo. Llegaron en un camión gris, levantando polvo de la plaza. Aquellos nuevos policías resultaron más vivos. A bayoneta calada se abrieron paso y se cuadraron entre la gente y la casa-cuartel. Entonces el teniente o algo así que los mandaba se adelantó unos metros y le gritó a la gente que tenían diez minutos para retirarse. Pero la gente se hizo la sorda, se puso a rezongar y de vuelta se oyeron los madrazos de la policía, los saltos con los brazos levantados y las manos empuñadas; las caras se pusieron más rojas. A uno le daba risa (pero no estábamos a esas horas para risas) porque los insultos de la gente eran muy risibles. Fueron esos gritos los que calentaron al teniente o capitán y sobre todo que la gente le estaba tocando las barbas. Yo vi que aquel tenientico no era tan bravo como pintaba al principio. Le gritó a la gente que se iban a completar los diez minutos, que si no se iban los iba a echar a plomo, y la gente en