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Mostrando las entradas de octubre, 2009

PARA UN DÍA OSCURO

Una mañana, una tarde, o una noche lluviosa y sombría, en la cual se encuentre aburrido/a y no tenga nada que hacer y esté cercano al laberinto de la melancolía, le propongo la lectura de al menos dos de los siguientes 11 cuentos de autores latinoamericanos, todos ellos de variado estilo y escogidos al azar sin mayores pretensiones. Después de leerlos, uno, se acercará a otro tipo de laberinto y/o dos, descansará pensando en alguna reflexión útil. El orden no obedece en absoluto a ninguna clasificación de calidad. “Sensini” de Roberto Bolaño “Mister Taylor” de Augusto Monterroso “La luz es como el agua” de Gabriel García Márquez “El guardagujas” de Juan José Arreola “Final del juego” de Julio Cortázar “A la deriva” de Horacio Quiroga “Hombre de la esquina rosada” de Jorge Luis Borges “Una lección de vida” de Roberto Fontanarrosa “Almuerzo y dudas” de Mario Benedetti “Arthur Rimbaud visita el Tequendama” de Eduardo García Aguilar “La noche de Aix” de Juan Rodolfo Wilcock

UNO DE AQUELLOS AMIGOS

Su popularidad en el colegio no era de aquellas que uno deseara tener en esa época. Buen alumno, pilo, sapo y “cuadernicola”. Lo empecé e a conocer bien en 1985, compartíamos pupitre en un salón del tercer piso del hoy Colegio Corazonista. Recuerdo que una vez tuvimos una pelea a la salida del colegio y un padre de familia nos acusó y los dos terminamos sancionados. Solamente peleé una vez en el colegio, y esa día todo terminó peor de lo que pensé. En unas vacaciones de ese año caminando cerca a la calle 40 con 19 me lo encontré en el Parque Brasil haciendo “veintiuna”. Me contó que tenía que habilitar Educación Física con el profesor Pedro Pongutá, algo que yo ya sabía. Uno de los ejercicios del examen era ese, pero él no llegaba a las “veintiuna”, hacía máximo doce. Miguel no tenía ningún talento para el fútbol pero era simpatizante del América de Cali. Esa mañana de chistoso agarré el balón con que practicaba y se lo boté a un balcón de una casa. Yo me fui riendo, el se quedó timbra