USU, USU, USU...
Enlace a los goles de Usu
En Buenos Aires y quizá en toda la Argentina a uno de los futbolistas colombianos que más grata recordación se le guarda, aparte de aquellos que jugaron en Boca y lo ganaron todo, es sin duda alguna al alegre Palomo Usuriaga. Los taxistas hinchas de Independiente de Avellaneda me lo nombran cuando advierten que soy colombiano, yo les pregunto y les vuelvo a preguntar y las respuestas son las mismas: “El Palomo arrancaba y te mataba”, “cuando te metía segunda era una cosa de locos”, “el Palomo se quedó en el corazón” me dicen algunos. Y es que el Palomo tenía piernas largas y en velocidad no lo podían controlar, en un pique las zancas del Palomo eran pasos de gigante, además gambeteaba hábilmente y remataba fuerte. A veces “Usu” tenía visos de artista y una suerte loca que lo ayudaban a inventarse cada gol increíble.
En una ida a Cali, por allá en 1997, motivado por la admiración que le profesaba mi amigo de universidad Tito Pérez fuimos a buscarlo al barrio 12 de Octubre. Golpeamos en la casa de su mamá varias veces en una semana y siempre nos decían que no estaba. Un domingo en la cancha de ese barrio lo encontramos y nos atendió con mucha gentileza, todo lo contrario a lo que nos habían comentado. En esa temporada se estaba recuperando en Cali de una lesión y ya se había hecho famoso en Argentina. Al Palomo la hinchada de Independiente lo recuerda con profundo cariño. Después de su muerte durante el siguiente partido del club rojo, su nombre se coreó a rabiar en el estadio. “Un fenómeno el Palomo”, me dice un vendedor en el subte cuando se refiere a él. Del Palomo existirán bastantes anécdotas aquí en Argentina que no sé a quién preguntárselas… Lo único que sí creo es que durante su fulgurante paso por el fútbol de este país el Palomo debió conocer muy bien la noche porteña y de seguro fue muy asediado en los boliches (bares y bailaderos) de la ciudad. Percibo también que en Avellaneda el fantasma de “Usu” se debe sentir en cada gol del Rojo.
Yo esta noche lo visualizo caminando por la avenida Santa Fe o por la luminosa calle Corrientes con sus trencitas rastas y su arete, su figura exótica, su dejo de bacán de barrio marginal y su pinta de basquetbolista...
En Buenos Aires y quizá en toda la Argentina a uno de los futbolistas colombianos que más grata recordación se le guarda, aparte de aquellos que jugaron en Boca y lo ganaron todo, es sin duda alguna al alegre Palomo Usuriaga. Los taxistas hinchas de Independiente de Avellaneda me lo nombran cuando advierten que soy colombiano, yo les pregunto y les vuelvo a preguntar y las respuestas son las mismas: “El Palomo arrancaba y te mataba”, “cuando te metía segunda era una cosa de locos”, “el Palomo se quedó en el corazón” me dicen algunos. Y es que el Palomo tenía piernas largas y en velocidad no lo podían controlar, en un pique las zancas del Palomo eran pasos de gigante, además gambeteaba hábilmente y remataba fuerte. A veces “Usu” tenía visos de artista y una suerte loca que lo ayudaban a inventarse cada gol increíble.
En una ida a Cali, por allá en 1997, motivado por la admiración que le profesaba mi amigo de universidad Tito Pérez fuimos a buscarlo al barrio 12 de Octubre. Golpeamos en la casa de su mamá varias veces en una semana y siempre nos decían que no estaba. Un domingo en la cancha de ese barrio lo encontramos y nos atendió con mucha gentileza, todo lo contrario a lo que nos habían comentado. En esa temporada se estaba recuperando en Cali de una lesión y ya se había hecho famoso en Argentina. Al Palomo la hinchada de Independiente lo recuerda con profundo cariño. Después de su muerte durante el siguiente partido del club rojo, su nombre se coreó a rabiar en el estadio. “Un fenómeno el Palomo”, me dice un vendedor en el subte cuando se refiere a él. Del Palomo existirán bastantes anécdotas aquí en Argentina que no sé a quién preguntárselas… Lo único que sí creo es que durante su fulgurante paso por el fútbol de este país el Palomo debió conocer muy bien la noche porteña y de seguro fue muy asediado en los boliches (bares y bailaderos) de la ciudad. Percibo también que en Avellaneda el fantasma de “Usu” se debe sentir en cada gol del Rojo.
Yo esta noche lo visualizo caminando por la avenida Santa Fe o por la luminosa calle Corrientes con sus trencitas rastas y su arete, su figura exótica, su dejo de bacán de barrio marginal y su pinta de basquetbolista...
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