EL FESTÍN (II)

Fue al día siguiente cuando llegaron los policías de refuerzo. Llegaron en un camión gris, levantando polvo de la plaza. Aquellos nuevos policías resultaron más vivos. A bayoneta calada se abrieron paso y se cuadraron entre la gente y la casa-cuartel. Entonces el teniente o algo así que los mandaba se adelantó unos metros y le gritó a la gente que tenían diez minutos para retirarse. Pero la gente se hizo la sorda, se puso a rezongar y de vuelta se oyeron los madrazos de la policía, los saltos con los brazos levantados y las manos empuñadas; las caras se pusieron más rojas. A uno le daba risa (pero no estábamos a esas horas para risas) porque los insultos de la gente eran muy risibles. Fueron esos gritos los que calentaron al teniente o capitán y sobre todo que la gente le estaba tocando las barbas. Yo vi que aquel tenientico no era tan bravo como pintaba al principio. Le gritó a la gente que se iban a completar los diez minutos, que si no se iban los iba a echar a plomo, y la gente en...