ESCENAS DE LA CIUDAD DE PANAMÁ


La ciudad de Panamá como todas las capitales latinoamericanas tiene su magia. El país que alguna vez fue parte de Colombia tiene rastros de un pasado traumático debido a la tradicional dependencia que directamente vivió con Estados Unidos. Desde principios del siglo XX Estados Unidos hizo presencia en su territorio y con el pretexto de la construcción del Canal, participó en muchas decisiones que les correspondían exclusivamente a los panameños. El contrato para construir el Canal de Panamá tuvo dos socios, uno ventajoso que sacó provecho mientras que el otro estuvo buena parte del tiempo postrado esperando un replanteamiento de las condiciones. En Panamá solo se recuerda con algún aprecio a Jimmy Carter que ayudó a devolverles el Canal por medio del Tratado Torrijos-Carter. Ese gesto a Carter le significó no ser reelegido como Presidente en su país por aquel entonces, a Torrijos, Presidente panameño abanderado de la causa, parece que le costó literalmente su vida. La potencia intervino el país cuantas veces quiso, envió tropas y lo invadió cualquier cantidad de veces, manipuló y usufructúo parte de su territorio, y tristemente convirtió a la capital del país en una ciudad de casinos, vida nocturna agitada; algo así como una una versión latinoamericana de Manila o Bangkok, en la que la diversión está pensada para un solo tipo de turista. Está claro, en donde hay bases militares foráneas se corre este tipo de riesgos, y en Panamá siempre hubo tropas de ocupación norteamericanas con muchos privilegios. Hoy por hoy todavía se sigue vendiendo esa imagen. Hay muchísimos turistas norteamericanos que van a pasarla bien con todo aquello que en su país es ilegal. En América Latina todo es más fácil para ellos, la situación permite cualquier cosa que se les antoje pues las leyes poco se cumplen. En la actual escena nocturna de la Ciudad de Panamá abundan casinos y hoteles en donde hierve el comercio sexual de centenares de jovencitas colombianas buscando “gringo” que las alquile por ratos. Llegan diariamente de Medellín, Cali, Pereira, Manizales principalmente con la ilusión de ganar dólares. Sus familias en Colombia las creen trabajando en casinos pero atrás de las ruletas, sirviendo tragos o preparando cócteles. A muchas les va muy bien haciendo lo que hacen, y el efecto dominó continua trayendo otras. Una vez más queda marcada Colombia con este lastre que consolida estereotipos amargos pero reales. Ser colombiana en Panamá tiene una acepción muy especifica.

La capital panameña tiene la atmósfera de cualquier ciudad grande tropical en donde la temperatura a veces sofoca y la vida urbana está llena de contrastes. Hay áreas muy modernas de edificios altos y construcciones contemporáneas. Al mismo tiempo se encuentra el casco antiguo de la ciudad, hoy en proceso de renovación, y con miras a ser tan cautivador como lo es el viejo San Juan en Puerto Rico o las zonas coloniales de Cartagena. A la vez, no dejan de coexistir con lo anterior barriadas en donde la escena tercermundista de marginalidad se repite.

Para el turista distraído que desee ir más allá del tema de la diversión, bien le vendría visitar el Museo del Canal para conocer un poco de la historia del país y la huella que los Estados Unidos han dejado por estas tierras. Una historia que cada país de América Latina ha vivido con sus respectivas particularidades. Es una pena que la información que se brinda en el Museo del Canal no esté en inglés también. Todos en el mundo deberían conocer esta versión de los hechos, la versión del derrotado. Alguien me decía que a pesar de su dolorosa relación con Estados Unidos, Panamá al independizarse de Colombia le fue mucho mejor pues de haber seguido anclado a Colombia, no hubiese tenido el poco o mucho progreso que ahora tiene. En eso estoy de acuerdo, de ser parte de Colombia Panamá estaría tan olvidado como el Chocó o como tantas zonas del país andaría abandonado, sin carreteras, sin educación ni salud. De dos males, el menos malo parece doler menos.

El punto turístico más importante de la ciudad y de la región es visitar el Canal de Panamá, la esclusa Miraflores, sin duda una mega obra para la época que aún sigue siendo un trabajo de alta ingeniería. Venir a Ciudad de Panamá y no ser testigo de esta obra, poco tendría sentido. Imponente experiencia es observar un barco gigante colmado de carga pasar por la esclusa rumbo al otro océano. Visitar el museo anexo al lado del Canal es otra excelente oportunidad para aprender del tema por medio de un didáctico simulador y una presentación en tercera dimensión.

Recomendable y digno sería comenzar a cambiar el perfil que tiene la ciudad para muchos norteamericanos y europeos (españoles e italianos en especial) que vienen con un solo objetivo a la ciudad. En eso los panameños tendrán que trabajar arduamente si quieren que esa imagen no continúe o al menos no crezca. Pero parece que este tipo de turismo es bienvenido en el país pues es el que mueve la economía y permite que dólares y euros impulsen todo tipo de comercio.

Finalmente, cuando viajo fuera del país y encuentro tantos compatriotas rebuscándose de mil formas su presente y su futuro, en muchos casos siendo victimas de un país que los obligó a salir a buscarse la vida como sea, la conclusión no es difícil: oportunidades, equidad y progreso en Colombia avanzan al mismo paso de una tortuga enferma. Y lo peor: seguiremos viendo más de lo mismo, todos nos moriremos viendo la eterna película que se repite como en un viejo teatro rotativo.

Imágenes originales tomadas por el creador de este blog en marzo de 2013.

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