BOGOTÁ SIGLO XXI



La volvieron brutalmente irracional, abrumadora y de un tráfico paquidérmico. La de los andenes destrozados, los triciclos eléctricos que van por las aceras y no respetan caminante. La de los espectáculos circenses en los semáforos: un hombre come fuego, otros artísticamente se convierten en estatuas y solo se mueven con una moneda. La de los vendedores de empanadas, envueltos de mazorca, flores, aguacates, mango verde con sal, mazamorra y minutos de celular. La del voceador vestido de payaso que hace malabares y a la vez promociona un restaurante de “almuerzo ejecutivo”. La de los venezolanos y millones de inmigrantes o desplazados colombianos. Todos tienen derecho a rebuscársela como sea… para eso está Bogotá. La de los ricos que hacen frontera en sus barrios, colegios y universidades. La de las cuadras oscuras e intimidantes, la de las putas y travestis. La que huele a humo de camión viejo, la del raponero, el cosquilleo, el atraco y el paseo millonario. Ah, la Bogotá de los aguaceros en todos los meses. La de las estaciones de TransMilenio destartaladas, abarrotadas e insufribles (no olvidar la frase de un sabio bogotano: “el Transmilenio hace lo mismo que un metro”). La incluyente y la excluyente. La ciudad de Colombia a la que van todos a trabajar y a estudiar porque es la única del país que les/nos ofrece lo que en otras partes del país no existe. Ella sigue y seguirá siendo la caótica y agonizante pero aquella que tiene absolutamente todo.
A Bogotá la jodieron y la siguen jodiendo, pero ella es tan noble que aguanta y sigue siendo, a pesar de lo aporreada y vetusta, la única.
Palabras al aire y en línea del creador de este blog

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