LOS HINCHAS BOGOTANOS QUE SE REFUNDIERON
Durante la época de los 80 todos mis compañeros de colegio eran hinchas de los equipos de la ciudad que habitábamos: Bogotá. Ligeramente la balanza se inclinó hacia el lado azul a finales de esa década con los campeonatos ganados por Millonarios en el 87 y 88. Pero en general recuerdo que las charlas, discusiones y hasta peleas comprometían la rivalidad entre Santa Fe y Millonarios. Para los siguientes años todo cambió radicalmente y empecé a notarlo en los tiempos de universidad en donde ya surgía el “boom” de hinchas bogotanos del América de Cali y del Atlético Nacional de Medellín. El decenio de los 90 se convirtió en la década fantasma de las hinchadas de los equipos bogotanos. Gracias a las ausencias de triunfos locales, comenzaron a multiplicarse los bogotanos que resultaban siendo hinchas de otros equipos. Aunque aclaro que cada uno es libre de ser hincha del equipo que le plazca lo que sí entronizo es aquel tipo de relación del hincha con su equipo como un vínculo ligado a su contexto o patrimonio cultural, su imaginario de ciudad, su niñez y adolescencia, sus raíces y su origen. Ese tipo de encuentro entre el hincha y su equipo me merece mayor respeto. Aunque nunca me ha interesado eso del regionalismo que en Colombia se usa para dividir de una manera hábil sí me parece curioso el fenómeno de encontrar tanto bogotano hincha de equipos de otras ciudades. Sin duda, es un hecho que llega a ser sui generis si se compara a Bogotá con capitales de otros países latinoamericanos o ciudades en donde el fútbol hace parte de la cultura popular. Nunca he conocido un catalán hincha del Real Madrid o viceversa, o quizá un porteño amante de Newell’s Old Boys de Rosario, o un chilango hincha furibundo del Monterrey. Obvio, en ciudades globalizadas como Buenos Aires, Barcelona, Madrid o Ciudad de México los equipos locales no regalan décadas enteras sin triunfos ni glorias, esos “lujos” pasan por ahora, penosamente solo en Bogotá. Quizá si Boca o River dejaran de ganar el campeonato argentino por treinta años, algunos porteños y casi todos los niños de la ciudad se volverían hinchas de otros equipos sin importar la procedencia. Y la cuestión, en verdad no es esa. Lo anterior es el camino fácil, sería lo normal. Lo otro es lo que concibo como aquella relación del hincha con su origen y su contexto cultural, algo más profundo. Igual también podría pensar que si Boca Juniors dejara de ganar y de ser protagonista, su barrio y buena parte de su hinchada seguirían intactas y leales a un sentimiento (definición muy argentina para el amor que el hincha le profesa a su equipo).
Alguna vez verifiqué, por ejemplo, la devoción de la hinchada de Tigre en el norte de Buenos Aires que colma su estadio en cada partido arrastrando semanalmente casi veinte mil admiradores fieles al color rojo y azul, Tigre un equipo que en las conversaciones de barrio es uno más y que como dice la gente: “jamás ha ganado nada”.
Finalmente, me pregunto por mera frivolidad cómo recibirán en Medellín o en Cali, ciudades y zonas de Colombia ampliamente regionalistas, a los hinchas bogotanos de sus equipos, hinchas bogotanos que no hablan ni paisa ni valluno.
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