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A LOS AMIGOS QUE NO ESTÁN


Sin duda este blog me ha permitido liberar algunos pensamientos que se habían quedado refundidos muchas veces en las conversaciones informales de bares, cafés o pasillos de universidad tanto con mis amigos en Colombia como con algunos pocos amigos aquí en Estados Unidos. Como decía Carlos Fuentes en una entrevista con Margarita Vidal, en el programa “Palabras mayores”, y guardando las debidas proporciones, buena parte de la dialéctica en América Latina se pierde en la “cultura” del la cantina y el burdel…
Últimamente, he venido pensando en algunos amigos, personajes todos ellos, que por diferentes motivos se quedaron perdidos en los laberintos de la vida... Con ellos conocí la noche bogotana de los noventa y compartí sueños académicos durante una época que hoy es de grata y profunda recordación. Salir del país significó cerrar una frontera y casi que blindarla, con pena mucha gente se quedó del otro lado. Y aunque ahora con la tecnología no es difícil reanudar viejas conexiones, el tiempo ha sido implacable en algunos casos. En realidad, mis tres mejores amigos de la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá se desaparecieron sin dejar rastro. Uno, Ricardo Bonilla Molina, ilustre estudiante de literatura, agudo, de fino humor y gran bebedor de lo que le pusieran… Ricardo simplemente se esfumó. Aunque las veces que compartí con él no fueron tantas en cantidad siempre lo aprecié y lo tuve en mi “círculo social” universitario. Me quedan varios recuerdos de él, uno en especial en una celebración de mi cumpleaños que la empezamos una noche en un bar de Chapinero y la terminamos al día siguiente en sitios semioscuros del norte de Bogotá sobre la Avenida 15 … Lo último que supe de él, hace 6 o 7 años, era que había iniciado su maestría en literatura en la Universidad Javeriana y desde ahí le perdí el rastro. Dos, Tito Pérez Martínez , el flaco hincha del América de Cali, amante de Borges y poseedor de grandes habilidades como negociante. Tito en su tiempo libre manejaba una buseta de propiedad de su padre y nunca le preocupaba llegar a la casa a dormir. En una de mis visitas a Colombia lo volví a ver y caminamos por aquellas calles bogotanas que para nosotros estaban plagadas de fantasmas y recuerdos. Supe que era profesor por horas de la Pedagógica, que escribía su tesis de maestría del Instituto Caro y Cuervo y que andaba muy ennoviado. Cuando regreso a Colombia y marco su teléfono siempre me ocurre lo mismo: me contesta una mujer ¿su esposa? que me dice que le dará mi recado pero jamás regresa la llamada… Así las cosas vamos para 4 años sin vernos…
3, Helver González Zaraza, mi gran amigo de la universidad. Con Helver las vivimos todas, y todas fueron muchas y variadas… “El poeta”, así le decíamos, era un pésimo bailarín, buen “micrero”, rápido lector, brillante estudiante e hincha del Nacional de Medellín, esto último no sé sí era una cualidad o un defecto… El poeta viajó y alcanzó a realizar un año de la maestría en literatura en la Universidad Northern Iowa y cuando muchos de sus sueños parecían hacerse realidad murió en un supuesto accidente en Madrid, España en el verano del 99. Accidente que jamás se investigó y que fue simple y llanamente un crimen del cual nadie quiso averiguar y todo quedó en el hecho más triste de impunidad que conozco. Cómo olvidar a Helver, muy difícil, sencillamente imposible. A veces cuando Nacional gana, siento algo de satisfacción pues pienso que él lo estará celebrando. Cuando en el 2005 Santafecito jugó la final con el equipo verde pensé mucho en Helver y en verdad no me sentí tan triste por el triunfo de su equipo.
Finalmente como un pequeño homenaje dejo aquí uno de sus cuentos que salió publicado en la revista “La Hojarasca” (www.escritoresyperiodistas.com) número 22, hace un par de años. En este relato Helver recrea una vivencia urbana de grupo en la que todos los arriba nombrados en esta entrada, más el creador de este blog, podríamos ser los protagonistas:

UN RELATO INÉDITO
Helver González Zaraza*
Estando de cumpleaños el señor X, sus compañeros, los señores Y y Z, deciden agasajarlo invitándolo a tomar unos tragos. Cabe agregar que el señor Y también asistía a la reunión con el objetivo de acceder a un programa de lingüística de un conocido instituto. Desafortunadamente aquella noche, o tal vez deba decir aquella madrugada, hubo de todo menos programas de lingüística o afines. A decir verdad el intelecto quedaba subordinado a placeres menos nobles. La jornada comenzaba en un remoto lugar que hacía recordar las confrontaciones bélicas entre romanos y bárbaros. En aquel lugar, de cuyo nombre no quiero acordarme, aquellas hembras habían hecho de las suyas protagonizando un escándalo sin precedentes. Testigos del acontecimiento, tres jóvenes reían al contemplar tamaña pelea. Sobra decir que en aquella época se encontraban presentes los señores X, Z y T. Así pues, en aquel sitio, después de beber los consabidos tragos, los señores deciden salir e internarse en la oscuridad. Son invitados amablemente por un personaje a departir con unas niñas en un acogedor recinto. Un ambiente sórdido pero pleno de belleza. Desfilan las muchachas mientras una máscara de alegría oculta el rostro de las llagas y de las miserias. Permanecen en el sitio, y el señor Z está tan tomado que decide invitar de su bolsillo una gran botella de licor. Obviamente los precios son muy elevados, pero contemplar el panorama lo exige. There was music, there was dancing, there was food to eat and wine to drink. Baudelaire deambulaba por el ambiente. Se le sentía. Mientras el señor X conversaba con una de las muchachas, el señor Y confirmaba su apelativo: “El pulpo”. Entre tanto el señor Z, mucho más pasado de tragos, danzaba como loco sobre la tarima mientras cientos de ninfas se contorsionaban. Los tres jóvenes hicieron sus consabidas propuestas (indecentes no por sus intenciones sino por los paupérrimos ofrecimientos). Algunas niñas rieron. Otras hicieron cara de pocos amigos. Al fin eran las doce, se había roto el hechizo, en aquel lugar sólo permanecían los tres jóvenes. Una jauría de hienas se confundía con las sombras. Fueron literalmente expulsados. Decidieron continuar con su aventura. Siguieron internándose en el norte descubriendo puertos oscuros y secretos ajenos a la luz del día. Estuvieron en varios sitios, no recuerdo el número exacto. Basta mencionar las experiencias en dos o tres. En Porkys compartieron con las Hookers, mientras el señor Y se abalanzaba sobre una mesa destruyendo una botella de licor (acabada de comprar). Ciertamente no se les reconoció nada y tuvieron que beberse sus recuerdos, porque el costoso líquido yacía yerto en el suelo y en los finos pantalones del señor Z. Ante los inalcanzables precios exigidos por las ninfas, el señor X y el señor Y decidieron entregarse en los brazos de Morfeo, pues les resultó más cómodo.
El señor Z conversaba ávidamente con un par de niñas que le contaban sus aventuras en la vida y sus planes de viajar al país del Yen (moneda dura). Eran las tres y media de la mañana. La policía aguardaba afuera. En medio de las sombras las ninfas salían dejando a su paso el aroma del olvido. Los jóvenes aguardaban el momento propicio para salir. Al fin afuera y otra vez lo mismo. Otro de los amables personajes. Otro sitio. Una mujer monumental que por un elevado precio sólo admitía compartir su amor con dos de los señores pues tres se le hacía grotesco. Mientras el señor X negociaba con aquella mole de carne, el señor Y, muy respetuoso, disponía sus tentáculos de manera muy digna sobre la fría humanidad de una niña ligeramente añeja. En fin, nada. Afuera otra vez. El mundo y la soledad. El frío y la noche. Un tercer personaje los condujo a otro sitio cuidadosamente oculto. Baste con mencionar los besos del señor Y con una no muy atractiva ninfa, las negociaciones del señor X con una de aquellas reinas, tratando de averiguar el valor de sus interiores. Y el señor Z que dividía su vista entre el espectáculo de un cuerpo desnudo en un fondo azul y la tragedia de una ninfa, que al parecer había sufrido un ataque. La contorsión de aquella o de ésta. La muerte danzando aquí y allá. Un solo destino. Ya eran las cinco y media de la mañana. El sol comenzaba a desvanecer las sombras. Otro día, o acaso ¿era el mismo? En últimas terminaba la fiesta, el señor X volvería a su hogar, a su madre, a su novia; el señor Y volvería a su esposa, a su hija; y el señor Z volvería a su casa y a su familia.
El lector encontrará sencillo determinar el rostro y las características personales de los señores protagonistas de esta aventura. Si no es así puede recurrir a la siguiente tabla:
Señor X: el señor
Señor T: el señor
Señor Y: el señor
Señor Z: el señor


* Helver González Zaraza (1972-1999)

Joven poeta, narrador y profesor universitario colombiano que falleció en Madrid, España en
circunstancias aún no establecidas cuando se
encontraba próximo a iniciar un programa académico de
verano auspiciado por University of Northern Iowa. González era licenciado en Lenguas de la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá y contaba con una maestría en Literatura hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo. Su disertación laureada trata
sobre la obra “Santa Evita” del escritor argentino
Tomás Eloy Martínez. En 1998 había
viajado a los Estados Unidos para iniciar estudios de
maestría en Literatura y TESOL.

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