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SANTIAGO II


Después de una segunda incursión en Santiago, esta vez sintiéndome menos turista que en la anterior, la ciudad me deja diversas impresiones, desde luego todas subjetivas. Santiago se muestra una ciudad muy organizada en cuanto al transporte, y en eso me refiero al servicio del Metro que es muy eficaz y puntual. Por lo general, los conductores de buses y carros le dan el paso a los peatones, situación ésta que en Bogotá, por ejemplo, sería poco menos que un milagro. Tal vez, es una de las ciudades más limpias y seguras que conozco de América Latina. Al mismo tiempo, la zona adinerada, Providencia, Las Condes, Vitacura, me parece que imita bien la escenografía de cualquier ciudad “gringa”. Es una mezcla de suburbio residencial de ricos mezclada con edificaciones de corporaciones y similares. Toda esta área cuenta con muchos edificios altos, de cristal, sedes de instituciones financieras, empresas extranjeras, multinacionales y bancarias. De este sector al centro de Santiago en Metro se gasta quizá menos de 15 minutos y la diferencia es notoria. Alguien, me decía que en el primer sector del que hablo, el de Las Condes y alrededores, los ciudadanos son más altos y blancos… Sin duda, por ahí vive parte de la élite de la ciudad, no es coincidencia. Santiago es costosa, comer bien cuesta dinero y tanto los precios de los restaurantes como los de los taxis se asemejan a los de una ciudad norteamericana. Singular es su Barrio Mapocho, cercano al centro de la ciudad. Más interesante aún es este barrio si se han leído las novelas de Díaz Eterovic. El simulacro del “Milagro económico chileno” es un buen maquillaje para hablar de una aparente economía fuerte que disimula una pobreza y una marginalidad que crece como se podría ver en cualquier país latinoamericano. Tal vez, esa marginalidad está presente en menor escala en comparación con otros países de la región. Llama la atención que después de las siete o las ocho de la noche el centro de la ciudad es una área fantasma, muere, no hay comercio, luces apagadas y se ve muy poca gente en las calles. Me cuentan que desde la época de la dictadura este sector se acostumbró a “dormirse muy temprano” debido a los continuos “toques de queda”. Por otro lado, la diversión y la vida nocturna esta muy sectorizada, hay que preguntar para conocerlas, tomar un taxi, caminar, desplazarse de una lado a otro. En eso, Santiago se parece a Bogotá y se distancia mucho de Buenos Aires o de Sao Paulo; ciudades que de por sí vibran masivamente y lucen agitadas y efervescentes al entrar la noche.

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