Ir al contenido principal

UNO DE AQUELLOS AMIGOS


Su popularidad en el colegio no era de aquellas que uno deseara tener en esa época. Buen alumno, pilo, sapo y “cuadernicola”. Lo empecé e a conocer bien en 1985, compartíamos pupitre en un salón del tercer piso del hoy Colegio Corazonista. Recuerdo que una vez tuvimos una pelea a la salida del colegio y un padre de familia nos acusó y los dos terminamos sancionados. Solamente peleé una vez en el colegio, y esa día todo terminó peor de lo que pensé. En unas vacaciones de ese año caminando cerca a la calle 40 con 19 me lo encontré en el Parque Brasil haciendo “veintiuna”. Me contó que tenía que habilitar Educación Física con el profesor Pedro Pongutá, algo que yo ya sabía. Uno de los ejercicios del examen era ese, pero él no llegaba a las “veintiuna”, hacía máximo doce. Miguel no tenía ningún talento para el fútbol pero era simpatizante del América de Cali. Esa mañana de chistoso agarré el balón con que practicaba y se lo boté a un balcón de una casa. Yo me fui riendo, el se quedó timbrando en la casa para que se lo regresaran.
Pasado el tiempo a los dos nos echaron del colegio, a mí en noveno y a él en décimo. Yo terminé el bachillerato en un “hueco”, él en otro.
Una vez llegó a mi casa a hablarme de “heavy metal”, era otra persona, ya fumaba, tenía amigos de melena y pretendía ser rockero. Fuimos a muchos conciertos, incluidos los de grupos medio clandestinos que se presentaban en el Teatro “La Mama” (así sin tilde) de Chapinero. Con Miguel Matallana aprendí mucho de la escena nocturna bogotana.
Pasaron un par de años, nos veíamos de cuando en cuando. Nos separamos por un tiempo pero después nos cruzamos una tarde en la Pedagógica, andaba enamorado de una vieja de Francés que se llamaba Gigliola (como la cantante italiana Gigliola Cinquetti). A mí también me gustaba, había algo de ella que a los dos nos tramaba. Lo encontré más rockero. Tocaba ya en una bandita de la universidad que se llamaba “Escorbuto”, era el flamante “batero” del grupo.
Recuerdo que su banda participó en un legendario concierto en el patio del departamento de Educación Física en el que se presentó también una banda de calvos algo conocida en la época: “Minoría Hardcore”. El concierto terminó en una batalla campal cuando grupos de extrema izquierda de la universidad atacaron ferozmente a los músicos por considerarlos “propagadores de la cultura del imperio”. Esa tarde llovió, hubo heridos, vidrios rotos, vandalismo y todas sus variaciones, finalmente la batería de Miguel desapareció. Hasta ahí llegó su sueño de rockero.
De Miguel me quedan intactos sus discos de Iron Maiden (“Live After Death” I y II) que me vendió en una necesidad, varios nombres de bandas desconocidas, sus chistes bobos pero buenos, la ilusión de un “batero” frustrado, imágenes de recortes de “Lucky Luke”, una tira cómica belga que salía en El Tiempo y que me regalaba en clase cuando estábamos en octavo.
Pasó mas de una década, perdí contacto con Matallana, así le decíamos en el colegio. Hace dos años en Facebook me “encontré” con su hermana. Ella me dijo que mantuviera los recuerdos pues a Miguel no lo volveríamos a ver.

Comentarios

Hey!! Lindo post.
Nuevamente has logrado ponerme nostalgica... Me gustaria poder charlarlo en persona.
Un beso enorme.
Gracias mil. A ver si nos vemos pronto y charlamos, Gloria. El tiempo no existe... Saludos a todos.
A.
David Esteban dijo…
Un comentario. Esa foto debe ser de 1981.
Yo entre en el 82.
David, la foto es de 1982. El curso era 1A y el director de curso era el Hermano Jose Antonio Arias.
A.

Entradas más populares de este blog

SALAS DE CINE DESAPARECIDAS O REFORMADAS DE BOGOTÁ

Alguna vez escribí una entrada acerca de los desaparecidos pero inmortales teatros de cine de Chapinero y cómo las nuevas generaciones desconocían su existencia. Esta semana encontré un ejemplar del periódico El Tiempo de abril de 1985 y leyendo la sección de cines y de cartelera, encontré muchas salas hoy tristemente borradas del mapa urbano. Quizá la zona más afectada es precisamente la de Chapinero, barrio bogotano que contaba con diversas salas de cine que estaban regadas, en ese entonces, sobre toda la carrera 13 en pleno corazón comercial. Mi intención es que quede registro y memoria de la ciudad a través de esta lista. De esta manera recordando y conociendo el pasado podemos entender mejor nuestro presente y ojalá pensar en un mejor futuro. Desde luego la lista es incompleta, aquí empieza: Zona centro: Azteca: Calle 22 No 5-91 Bacatá: Carrera 9A No 23-25 Bogotá: Calle 22 No 5-62 Cinema 1, 2 , 3, 4 y 7: Calle 24 No 7-23 Coliseo: Carrera 7a calle 27 El Cid: Calle 24 ca

LO QUE QUEDA DEL TRANSMILENIO

Espero el TransMilenio en la estación La Campiña rumbo a la estación Calle 72. El bus articulado que me sirve es el F19. Son las 4 de la tarde, se acerca la hora pico. La estación comienza a llenarse de estudiantes, padres y madres de familia, obreros, mujeres solas camino a sus casas, niños y adolescentes. Sorpresivamente las puertas en donde paran los buses se abren, los censores están dañados, comienza el desfile de colados, 1, 2, 3, 4, 5 muchachos entre los 12 y 17 años abren las puertas de manera intencional desde afuera y se meten con mirada de “yo no fui”, se ríen burlonamente, no hay control. Al otro extremo hay un solo policía bachiller hablando con una agraciada pasajera. A los muchachos colados les da ataque de risa nuevamente, tan chistosos y valientes, digo yo. ¿Será que saben qué es civismo? Observo también como señoras con paquetes, hombres de corbata y jóvenes de todas las edades se saltan la reja de metal para no entrar a la estación por donde deberían. A todos les d

CHAPINERO Y SU MUTACIÓN

Leí hace poco un artículo en el periódico El Tiempo acerca de la desaparición de los teatros de cine de la zona de Chapinero en Bogotá. Todos estos escenarios cedieron su amplitud y comodidad al negocio de las salas “multi-plex” del presente. Chapinero sin duda es una de las áreas de mayor transformación de la ciudad. Parte de esos cambios están ligados a su fisonomía inestable. Por ejemplo, dentro de esta metamorfosis urbana surgieron cuadras que hoy por hoy están destinadas a whiskerias, moteles o “residencias” como se les llaman en Bogotá a los pequeños hoteles dedicados exclusivamente a alquilar piezas por horas o por noches a parejas. Las imponentes salas de cine de antaño regadas por la carrera 13, desaparecieron y en la actualidad son inmensas ferreterías, almacenes de ropa y zapatos, o son centros religiosos cristianos que se promocionan en radio y televisión. Algunas de estas iglesias contemporáneas tienen sus mismos formatos de antiguos teatros dedicados a sus cultos en Sao