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RETRATOS Y EVOCACIONES DE UNA BOGOTÁ (1)


Yo recuerdo la Bogotá de los troles que pasaban por la carrera 17, avenida del Uruguay, me acuerdo bien de las peripecias de los conductores cuando las tirantas de estos buses eléctricos se salían de sus ejes. Los troles en un principio fueron rusos y rojos, después aparecieron los rumanos amarillos; mi papá me decía que Colombia los cambiaba por café. Hoy esos buses lloran abandonados y arrumados en una estación de la carrera 24 con calle 72.

No olvido en los años 70s la heladería “Robin Hood” que quedaba sobre la carrera 13 con 64 costado sur, pleno corazón de Chapinero. Mi papá nos llevaba a mi hermana Claudia y a mí los domingos a comer cono. Los helados tenían en la punta del cono una bolita de chicle y uno se los comía rápido para llegar al deseado final. A la vuelta, nos íbamos de regreso para la casa y yo iba cortando flores en los jardines para llevárselas a mi mamá.

Me acuerdo bien del Gimnasio Infantil Santa María, mi primer colegio que de niño odié a muerte pues fue el obstáculo para no estar en la casa junto a mi mamá. Así comenzó el despertar a la vida con sus responsabilidades y compromisos. Este jardín infantil quedaba sobre la calle 65, a unos cuantos metros de la avenida Caracas. Era una casa grande de dos pisos que colindaba con casas de antejardines. A una cuadra quedaba un pequeño parque semi abandonado. Ese primer colegio lo pisé llorando un día de 1975. De esa infancia recuerdo bien a mi amigo de origen japonés Taxuo.
Hoy 35 años después y al caminar por la zona, lo que uno encuentra es una amplia área de moteles, bares y negocios sin nombre. Ahora, en el agonizante 2010 desaparecieron los niños de maleta ABC y de lonchera que caminaban de la mano con sus mamás.

Recuerdo el Colegio Palermo, en el que hice segundo y tercero de primaria. Estaba cerca a la calle 45 con carrera 19, muy cerca de la Iglesia de Santa Teresita, hoy Nuestra Señora del Carmen (carrera 18A No. 43A-59) del barrio Palermo. Era una quinta gigante con una cancha de baloncesto que en ese entonces me parecía inmensa. Esto fue entre 1978 y 1979, eran aquellos los años de mis primeros partidos de fútbol. El colegio quedaba a unas cuantas cuadras de la Pastelería Metropol (calle 44 No 18-48) y la Cigarrería Milán (carrera 16 No. 42-39/45). En “La Milán” compré con mi hermano Jaime las primeras boletas de fútbol para ver a Santafecito. El colegio ya no existe. Ahora en esa esquina hay un edificio de una empresa. Fue bien difícil en julio pasado identificar esa esquina, la evolución de la ciudad se tragó esas cuadras, esas casas, esos colegios, ese barrio.


Yo terminé mi primaria en Tunja, en un colegio que también desapareció. Se llamaba Liceo Santo Domingo de Guzmán, hoy sede de la Universidad Santo Tomás en esa ciudad. Un colegio de sacerdotes dominicos, que contaba con cierto prestigio por esa época. Su rival natural era el Salesiano Maldonado, un colegio similar que quedaba al otro lado de la ciudad. De allí me quedan los gratos recuerdos de decenas de partidos de fútbol, mi amistad con mi amigo de infancia Fernando Bohórquez y con mi primo desaparecido Fernando Bernal. Fue una primaria alegre dentro de una ciudad fría, tal vez aburrida pero sana. Allí estuve también matriculado gracias a mi mamá en la Escuela de música de Tunja. Por ese entonces alcancé a dar los primeros pasos en la flauta dulce y en el piano. Todo se truncó al volver a Bogotá.

De vuelta en Bogotá ingresé al Conservatorio de música de la Universidad Nacional, pero mi interés, para tristeza de mi mamá, iba por otro sendero y desistí a pesar de los incontables y poco reconocidos esfuerzos de ella. De aquel entonces tengo claro el día que mi papá me llevó por primera vez al Colegio Antonio Nariño (Hermanos corazonistas), hoy Colegio Corazonista, para cursar primero de bachillerato. Fue una agobiante mañana de febrero de 1982. Este Colegio está aún situado en la carrera 16 entre calles 60 y 61, ahora cuentan también con una sede a las afueras de Bogotá. Si el Gimnasio Infantil Santa María me trae imágenes de cierta tristeza, este colegio me representó en su momento muchos contrastes que ahora me sirven para entender en retrospectiva la problemática sociedad colombiana y su endémica simulación. Por un lado, la pedagogía que tenían los curas, y que mandaba sin mediar diálogo, era la de la represión. Por otro, los estudiantes eran la fiel radiografía del arribismo bogotano, una clase media con aspiraciones caníbales hacia lo material y a la desbordada apariencia. De lo positivo me quedan los recuerdos de algunos cuantos amigos, en especial la imagen de Miguel Matallana Batista, los intensos partidos de micro en los campeonatos que se jugaban los viernes y los sábados. No olvido tampoco al Hermano Manuel Moreno en séptimo y al Hermano Alberto García en noveno, en ese entonces segundo y cuarto de bachillerato. De lo demás es poco lo que me motiva a fijar mi mente en esos recuerdos. Del sector del colegio queda ahora una transformación que ya desde ese entonces crecía y se evidenciaba por medio de un comercio veloz de todo tipo que con el paso del tiempo se multiplicó. En el presente, los alrededores a las calles 57 y 68 entre avenida Caracas y carrera 24 no son del todo halagadores. En general las zonas residenciales se ha visto invadidas por diferentes establecimientos y aunque aún quedan cuadras y calles parecidas a las de esos años, otras de noche resultan impenetrables por razones de seguridad.

Chapinero siempre fue mi barrio en Bogotá. El Centro y la parte más norte de la ciudad vinieron mucho después. Cuando aparece la nostalgia del ayer, inmediatamente la relaciono con este sector que me vio crecer. Un territorio que lo camino y lo observo despacio cuando regreso, un lugar que en una dimensión especial siempre me habla y con algo de tristeza parece lamentar su presente.

Comentarios

Unknown dijo…
MIguel Matallana murio hace unos anhos asesinado en el cartucho, estaba en una etapa dificil de narcosis.
El Hno MIguel MOreno yo creo que era uno de los curas mas trasparentes que habian, el Alberto si era una loca traicionera, vendepatria

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