Ir al contenido principal

GOTTARDI VESTIDO DE AZUL



En la década del ochenta Independiente Santa Fe tuvo dos jugadores que se robaron el cariño de la hinchada cardenal gracias a su trabajo en el campo de juego y a su amor por la divisa bogotana: Hugo Ernesto Gottardi y Carlos Fernando Navarro Montoya. 

Era aquella una época de triunfos morales y logros mínimos. Solo hasta 1987 y 1988 se alcanzaron a acariciar un par de estrellas que no se pudieron cristalizar únicamente por el tenebroso poder de la mafia representada en la figura de Gonzalo Rodríguez Gacha, alias el Mexicano,  quien puso de ganador en esas dos temporadas, con dinero y revolver en mano, al equipo de sus amores.
Pasado mucho tiempo después Gottardi volvió como invitado especial a Bogotá para un clásico que todos ruidosamente celebramos (de ese reencuentro existe una entrada en este blog). Esa vez Santa Fe derrotó con suficiencia a Millonarios 4-2.
Gottardi para esa hinchada bogotana de aquel entonces, que en la actualidad pasa de los cuarenta y tantos años de edad, fue un referente inolvidable de un tiempo pasado sufrido pero también mágico. Es esa la hinchada que hoy lo ve con un dejo de tristeza y decepción cuando lo observa sentado, serio, distante y vestido de azul en el banco norte del estadio El Campin de Bogotá.
La otra hinchada, la reciente, la de los muchachos jóvenes, la que canta, anima y salta a todo momento, la de las banderas gigantes y las bengalas no lo conocen, no sabe quién era, no supieron de sus gestas pues ni siquiera hay archivos de televisión para ver sus goles. A esta hinchada le da igual que ahora esté al comando del equipo rival. Quizá algunos habrán oído hablar de él por sus padres pero les sonará muy lejano. En verdad, los progenitores de estos muchachos seguramente no se habían conocido siquiera cuando Gottardi inflaba ya las redes de los estadios colombianos.
No hay que culpar a nadie, simplemente los tiempos pasan. La vida es un común olvido y una comparsa de intereses particulares. Igual sucedería si en treinta años Omar Pérez, ídolo de ídolos del presente, aceptara trabajar en Millonarios. Esa futura hinchada (los hijos de estos muchachos) solamente lo conocerían por los recuerdos de sus padres. Claro que esta vez sí habría archivos para reconfirmar sus logros, pero nuevamente yo apostaría que les importaría poco.
Pues bien, esta vez para Gottardi no hubo lienzo gigante en las tribunas, ni para reprocharle su "traición" ni para saludarlo. Para la hinchada cardenal del presente, Gottardi no existe. Reitero, la muchachada frenética no lo conoce.
Alguien dirá que Gottardi es un profesional y que necesita comer como usted y como yo, que hace rato jugó en Santa Fe y que andaba desempleado. Otros diremos que los verdaderos ídolos del futbol (trabajo que no es comparable con otra profesión porque despierta pasiones y emociones de todo tipo) deben estar hechos de otro material y no pueden ceder ante las tentaciones del dinero que proviene del supuesto "enemigo".  Y ojo que no dramatizo nada. Es que cambiar de equipo en este caso tan particular no es tan simple como dejar la empresa en la que se ha laborado toda la vida para irse a la competencia. Los que entienden el futbol como un sentimiento me entenderán.

Por ahora Gottardi seguirá sentado en el banco norte de El Campin, con cara de aburrido, quizá simulando celebrar algún gol del equipo que ahora lo contrató y le paga. Gottardi es ahora simplemente el asistente técnico de Miguel Ángel Russo, director técnico de Millonarios y su presencia en Bogotá entusiasma a muy pocos. Cómo cambia la vida, los viejos hinchas cardenales lo miramos ahora con una mezcla de melancolía y desencanto. Por su parte, la hinchada joven lo ignora y lo desestima. Su esmalte brillante de ídolo y héroe de El León bogotano parece descascararse y en su reemplazo surge una pintura muy tenue que le da ahora la imagen de un ser anónimo y desconocido.

Si a Gottardi me lo encontrara en una esquina bogotana lo abrazaría con inmenso cariño y le diría que fue el súper héroe de mi niñez, pero tal vez después del saludo y de la inmensa alegría de tenerlo cara a cara, lo miraría a los ojos y le preguntaría: ¿por qué?

 

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

SALAS DE CINE DESAPARECIDAS O REFORMADAS DE BOGOTÁ

Alguna vez escribí una entrada acerca de los desaparecidos pero inmortales teatros de cine de Chapinero y cómo las nuevas generaciones desconocían su existencia. Esta semana encontré un ejemplar del periódico El Tiempo de abril de 1985 y leyendo la sección de cines y de cartelera, encontré muchas salas hoy tristemente borradas del mapa urbano. Quizá la zona más afectada es precisamente la de Chapinero, barrio bogotano que contaba con diversas salas de cine que estaban regadas, en ese entonces, sobre toda la carrera 13 en pleno corazón comercial. Mi intención es que quede registro y memoria de la ciudad a través de esta lista. De esta manera recordando y conociendo el pasado podemos entender mejor nuestro presente y ojalá pensar en un mejor futuro. Desde luego la lista es incompleta, aquí empieza: Zona centro: Azteca: Calle 22 No 5-91 Bacatá: Carrera 9A No 23-25 Bogotá: Calle 22 No 5-62 Cinema 1, 2 , 3, 4 y 7: Calle 24 No 7-23 Coliseo: Carrera 7a calle 27 El Cid: Calle 24 ca

LO QUE QUEDA DEL TRANSMILENIO

Espero el TransMilenio en la estación La Campiña rumbo a la estación Calle 72. El bus articulado que me sirve es el F19. Son las 4 de la tarde, se acerca la hora pico. La estación comienza a llenarse de estudiantes, padres y madres de familia, obreros, mujeres solas camino a sus casas, niños y adolescentes. Sorpresivamente las puertas en donde paran los buses se abren, los censores están dañados, comienza el desfile de colados, 1, 2, 3, 4, 5 muchachos entre los 12 y 17 años abren las puertas de manera intencional desde afuera y se meten con mirada de “yo no fui”, se ríen burlonamente, no hay control. Al otro extremo hay un solo policía bachiller hablando con una agraciada pasajera. A los muchachos colados les da ataque de risa nuevamente, tan chistosos y valientes, digo yo. ¿Será que saben qué es civismo? Observo también como señoras con paquetes, hombres de corbata y jóvenes de todas las edades se saltan la reja de metal para no entrar a la estación por donde deberían. A todos les d

CHAPINERO Y SU MUTACIÓN

Leí hace poco un artículo en el periódico El Tiempo acerca de la desaparición de los teatros de cine de la zona de Chapinero en Bogotá. Todos estos escenarios cedieron su amplitud y comodidad al negocio de las salas “multi-plex” del presente. Chapinero sin duda es una de las áreas de mayor transformación de la ciudad. Parte de esos cambios están ligados a su fisonomía inestable. Por ejemplo, dentro de esta metamorfosis urbana surgieron cuadras que hoy por hoy están destinadas a whiskerias, moteles o “residencias” como se les llaman en Bogotá a los pequeños hoteles dedicados exclusivamente a alquilar piezas por horas o por noches a parejas. Las imponentes salas de cine de antaño regadas por la carrera 13, desaparecieron y en la actualidad son inmensas ferreterías, almacenes de ropa y zapatos, o son centros religiosos cristianos que se promocionan en radio y televisión. Algunas de estas iglesias contemporáneas tienen sus mismos formatos de antiguos teatros dedicados a sus cultos en Sao