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LA (IN)FIDELIDAD VISTA POR UN HINCHA DE ROSARIO CENTRAL


Dentro de las múltiples construcciones culturales en las que uno se ve sumergido desde el nacimiento y la niñez y que se refuerzan a través de la vida social, la educación y en el diario vivir alguien me recordó hace mucho tiempo el tema de la fidelidad a la pareja "amada", como una normatividad que se impuso por medio de un modelo, quizá muy conservador, que delinea una vida establecida y predestinada para el individuo. Amar a alguien significa serle fiel. Serle infiel al ser amado se convierte en deshonestidad y en "pecado". Es decir, siguiendo varios formalismos o compromisos sociales o culturales uno podría nombrar como ejemplos muchas imposiciones que la sociedad o la cultura le metieron a uno en la cabeza a las buenas o las malas, algunas como: la idea de pertenecer a una religión, seguir una educación formal, casarse a cierta edad, tener hijos en una determinada época, jugar al sueño de la familia feliz, llegar a la adultez y haber logrado ciertas metas, arribar a la tercera edad para esperar la muerte satisfecho o satisfecha después de haber seguido una vida moldeada por otros y dictada página a página por la sociedad y la cultura de la que se hizo parte. Creo que todo lo anterior en el momento actual se está rebatiendo y se está reformulando, como en alguna época la gente dejó de casarse a los 18 años o quizá como cuando la sociedad, no hace mucho, comenzó a abrirse a otras preferencias sexuales, que ya existían pero que seguían siendo censuradas, o simplemente el hecho de renunciar a tanto prejuicio racista o elitista que se ve a diario. En otras palabras la vida cambia cada día así sea de una manera muy lenta. Tristemente, todavía convivimos con mentes estrechas que se han quedado aún en tiempos, comportamientos y posturas poco democráticas e igualitarias. Lo que me interesa en esta entrada del blog es la referencia reciente de un forista en algún debate virtual en el que participé, por andar de desocupado, y en el que se hablaba de la fidelidad a la pareja como una estructura postiza que se le asignó al individuo desde temprana edad. Lo que me llamaba la atención de la opinión del susodicho forista, más allá de estudios científicos o etnográficos, por decir algo, era su "base teórica": un corto texto literario que inspiraba o reforzaba un tipo de apología a la infidelidad eterna, propia e instintiva del ser humano y que había sido cercenada o al menos satanizada -en el caso de la mujer-por la sociedad. La persona en cuestión defendía su argumento y me sugiría la lectura de un relato de Roberto Fontanarrosa cuya trama narra la charla de dos personajes que representan dos generaciones y que se encuentran en cualquier bar de Buenos Aires (o Rosario). En la charla se llega a comparar fríamente pero de forma genial que el amor, el sexo y de hecho la (in)fidelidad podrían asemejarse a los gustos gastronómicos, es decir como que uno siempre se antoja de alguna golosina diferente... No quiero profundizar en el tema o especular pues no llegaríamos a buen puerto. Lo que sí me encantó fue el texto del fallecido hincha de Rosario Central, en el que magistral pero muy sencillamente se llegan a justificar actitudes muy censuradas en sociedades y culturas ultra conservadoras, incluso aún en las sociedades en que vivimos pues estos temas resultan urticantes. Dejo a continuación un párrafo fundamental de este cuento y sugiero humildemente la lectura completa del mismo. Al final del fragmento verán el nombre de la historia y algún dato más referente a él.
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Borzone asintió con la cabeza.
—Ocurre que tal vez a usted le gusten, le enloquezcan, las milanesas a la napolitana, mi estimado amigo —planteó Reiner, como quien expone los fundamentos de un nuevo teorema matemático frente a una clase—. No hay comida en el mundo que pueda apetecerle más que una buena milanesa a la napolitana. Correcto. Pues bien. La sociedad, entonces, le impone comer, de aquí en más, todos los días, cada tres, o con la periodicidad que a usted le plazca, Borzone, sola, única y exclusivamente milanesas a la napolitana. Por los siglos de los siglos. Muy bien...con el paso del tiempo, de los años, de los lustros, Borzone, usted va sintiendo nacer en su ser un extraño e irreprimible deseo de comer tallarines. Acude entonces a un psicoanalista, que le recomienda variar el menú, sin abandonar la milanesa. Enriquecerlo, le dirá. “Cómo mantener ardiendo la llama de la pasión física”, arengará la revista “Chabela”. Le recomendarán, de esta forma, comer la milanesa con más orégano, con menos orégano, con ajo, con puré, con mermelada de durazno, con pimienta negra, sin la pimienta... Pero usted, Borzone, sentirá que quiere comer tallarines. Tallarines, mi amigo, tallarines... (16)
De "Una lección de vida", libro homónimo. Roberto Fontanarrosa. Ediciones de la Flor.
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