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NUESTRA ETERNA NEGACIÓN III



Y continuo con el tema iniciado, incluyendo esta vez un párrafo memorable de William Ospina sobre la negación de la cultura colombiana a sus orígenes y la simulación arribista y peligrosa de nuestra sociedad:

... La señorita que viaja a Miami siente que por ser colombiana es naturalmente inferior a los norteamericanos. Así que al volver
intentará mostrar que su viaje la ha transformado por el método abreviado en una extranjera, o ha aligerado su vergonzosa condición criolla. Simulará entonces pertenecer a esa tradición ilustre. Así, esa simulación, esa impostura, que parece arrogancia, es un acto de servilismo y de ridícula humildad. Es lo que pasa cuando los publicistas criollos hablan entre sí en inglés para deslumbrarse mutuamente, cuando los jóvenes tratan de impresionarse con las marcas de las prendas que usan. Toda autenticidad es considerada una penuria, porque se tiene un sentimiento profundo de indignidad y de pequeñez, entonces hay que afirmarse en las marcas, en las poses, en los símbolos. El joven que pase unos meses en Francia llegará visiblemente metódico, el que pase unos en Alemania llegará severamente sistemático, y ello en principio no evidencia capacidad de aprendizaje ni hospitalidad mental sino la misma antigua debilidad de carácter. Esa que hace que los comerciales de televisión estén llenos de gente de rasgos finos y ojos claros, porque los mestizos que manejan el país desde siempre siguen avergonzados de sus rostros, de su lenguaje, de su espíritu: sólo las fisonomías sacralizadas por una estética servil, sólo los gustos heredados por nuestra tradicional falta de originalidad, pueden ser expresados. Así seguimos jugando al juego de que somos exclusivamente una nación blanca, católica y liberal, aunque nuestras ciudades sean el ejemplo de mestizaje y de mulataje más notable del continente; aunque nuestra vida religiosa sea la más asombrosa combinación de espiritismo, santería, brujería, animismo e hipocresía que pueda encontrarse: aunque nuestra vida política se caracterice porque el presidente de la república es elegido por el diez por ciento de la población, exactamente el mismo porcentaje que vive directa o indirectamente del Estado. (Ospina, William. ¿Dónde está la franja amarilla? Santafé de Bogotá: Editorial
Norma, 2000).

Comentarios

Quimulá dijo…
Que buena cita de Ospina. Ya lo hemos hablado, pero este libro debería ser más leído dentro de nosotros los colombianos. Al leer la cita, no pude dejar de pensar en el Facebook. Con contadas excepciones, este instrumento social es usado, más que nada, para mostrar lo mucho que se ha viajado por el mundo. Es una necesidad, debido a nuestra indeguridad, de mostrar que yo he viajado más que vos, o que conozco más lugares que vos, y aparentemente eso me hace mejor. Yo me pongo a ver algunas personas con fotos en la muralla china, en París, en Berlín, en Nueva York, y me pregunto si estas personas habrán aprendio algo, de verdad, de las culturas de estos países, o si simplemente van a otros lugares para decir que estuvieron allí. Me gustaría saber si una cantidad muy alta de los usuarios colombianos de Facebook tendrá fotos, o videos como los que vos has puesto en tus últimas entradas.
Q.
Si, lo más complicado para mí es que esta simulación no desaparece, por el contrario continua y se evidencia en las nuevas generaciones colombianas. Lo noto cuando voy a Colombia y hablo con muchas personas, no todas, y desafortunadamente esta tara cultural se mantiene. El FB para algunos colombianos es un instrumento para “mostrar”, para “dárselas”, “chicanear”; cumple el mismo “valor” social que representaría tener un carro, rumbear en la Zona Rosa de Bogotá, almorzar los domingos en “el norte”, estudiar en la Javeriana, Los Andes, La Sabana y demás… “O sea…”. Lo anterior no tendría nada de malo sino se usara con esa bendita insistencia de querer simular lo que no somos… Y, peor aun, ignorar y despreciar lo que sí somos…
Una vez más, gracias por tus opiniones.
A.

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