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SEMANA MAYOR Y REFLEXIÓN



Pasa nuevamente la Semana Santa y una vez más observo el poder de la iglesia católica en Colombia. Todo se paraliza, los medios de comunicación, tan manipuladores como de costumbre, solo tienen un tema durante este periodo. Lo anterior sobredimensionado con la designación del nuevo Papa argentino.

Yo nací en una familia católica pero jamás mis padres me obligaron a seguir ningún ritual religioso. Mi mamá con el tiempo cada vez se fue decepcionando de la institución católica, entre más leía cada vez confirmaba más sus dudas y sospechas. Lo único que mis papás reiteraban era que la educación en colegios católicos era mejor, más organizada. Es por eso que estudié en colegios católicos aunque finalmente me gradué de uno laico. De esa educación católica de mi niñez me quedan recuerdos encontrados. Desde aquella primera ceremonia de la Primera Comunión ya me iban inculcando cierto miedo, mucha culpa, un respeto y una veneración a no sé qué. En la actualidad de toda esta ideología, nada me queda. Supongo que para saber que está mal robar o matar no hay que aprenderse los mandamientos, ni recibir la hostia a los 10 años. Sin embargo, algunas imágenes de aquel entonces, algunas ideas sin mayor sentido aparecen de cuando en vez en mi presente; me acuerdo de ellas con inquietud y algunas veces siento ese escalofrío de esos años. En el Colegio Corazonista de Bogotá, en aquel entonces Antonio Nariño de Hermanos corazonistas, la represión y el terror con el que se educaba era de marca mayor. Estoy seguro de algo, aquellos niños con el tiempo crecieron y se dieron cuenta de la farsa. Ahora tal vez por aspectos sociales o culturales se identificarán como católicos más que nada por la conveniencia social que aún existe. Otros, no querrán ni acordarse de ese tipo de enseñanza. Como afirma el cliché, yo deseo ser más espiritual que religioso. He leído sobre muchas religiones y todas convergen en lo mismo. No tengo inconveniente en acercarme a una iglesia católica, a un templo protestante, a una mezquita o a una sinagoga, todas me llaman la atención, en todas me puedo llegar a sentir bien. De hecho disfruto en cada uno de mis viajes el arte religioso que encuentro en todas las iglesias católicas del mundo; visitar cualquiera de estos monumentos es un placer. Pero lo mío es personal, es a mi manera y no comparto las creencias formales de ninguna religión, simplemente no estoy afiliado a ninguna. Más bien me intriga cómo la gente se sigue matriculando formalmente en nuevas y en las ya religiones tradicionales que todos conocemos. No sé si yo algún día terminaré haciendo lo mismo, quizá. Solo me llama la atención cómo la mayoría hipócritamente se adhiere a estos grupos y en muchos casos jamás cumple con los mandatos o preceptos de la comunidad de la cual dice ser parte.

Hace más de veinte años un profesor dominicano me dijo que era muy fácil ser católico. Mirándome a los ojos de manera irónica afirmo: vaya a misa cuando quiera; santígüese a cada momento; diga firmemente que lo es, en especial en cualquier evento social; defienda a muerte su creencia, pero por lo demás no cumpla nada.

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